Hace días, coloqué un Estado en Facebook, días después mientras analizaba y buscaba algunos ejercicios de esos que nos mantienen las neuronas en movimiento, veo mi agenda y pienso: “¿Por qué no?”…
Vuelvo a mi página virtual leo y decido aplicar el ejercicio en las reuniones del día, ¡Qué experiencia!... Para iniciar mi relato les copio lo leído:
“No al ¿Por qué? Si al ¿Para qué?
Compartiendo con unos amigos uno de ellos me pregunta:
- Carlos ¿Por qué colocas esos mensajes en tu estado del Facebook?
-¿Será porque desea decir algo? O ¿Será que lo necesitas para corregir algo en la vida?
-Está mal formulada la pregunta, le respondo, no es porqué sino para qué y te detallo Generalmente, cuando nos ocurre una situación adversa, confusa o desagradable, nos hacemos un
cuestionamiento, totalmente errado, de inmediato nos surge el ¿Por qué?: ¿Por qué me pasa esto a mí?, ¿Por qué me has hecho esto?, ¿Por qué me necesito aquello? Y así seguimos con una retahíla de
preguntas que no nos conducirán a una respuesta concreta, más que esto, nos conduce a una excusa vana o a un sentimiento de “Auto Pena”… Un ejemplo de todo esto es que al leer estos mensajes lo
más seguro es que tu subconscientemente se preguntara exactamente como lo has hecho.
Como verás con tus preguntas no van a obtener respuestas, en lugar de ello debemos de cuestionarnos con el ¿Para qué?, repasemos todos los ejemplos anteriores:
¿Para qué me pasa esto a mí?, ¿Para qué me has hecho esto?,
¿Para qué me necesito aquello?
-¿Para qué Carlos coloca ese estado en su página?
-¿Para qué me desea decir esto?,
¿Para qué lo necesito?, Será ¿Para corregir algo en mi vida?
Si notas los cuestionamientos se convierten en “Auto preguntas” en análisis, de las cuales nosotros mismos tendremos las respuestas, y a su vez se convertirán en “Metas de aprendizaje” o propósitos… Sean felices!”
En cada una de las supuestas reuniones efectivas, convocadas previamente con bastante tiempo de antelación, agenda previa distribuida, y un largo etc… luego de dar las reglamentarias bienvenidas, interrumpí la acostumbrada rutina y pregunté:
-¿Alguien me puede decir para qué estamos reunidos?
Para sorpresa nuestra las respuestas eran banas, rodeadas de dudas, incoherencias y demás; como si nadie hubiese hecho consciencia del propósito emitido en los correos y replicado en la agenda. Solo una persona se refirió a los tópicos agendados los cuales tuvo que leer y recitar cual Papagayo. Tomé el mensaje previamente impreso y les leí en todas las reuniones por igual… iniciando las mismas con un análisis de productividad y efectividad que nos arrojó un resultado sorprendente.
Posteriormente, días después, llegó a una de las mencionadas reuniones semanales y me sorprenden mis compañeros de labor, preguntándome:
-A ver Carlos ¿Para qué estamos reunidos aquí?
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